Pero el reloj de arena se paró durante algo más de una hora, haciéndolo justo cuando el Simpecado de la corporación, por el que Ramírez Escalona mostró tanta delicadeza en la exaltación, se trasladase triunfante hasta el altar mayor para presidir el pregón, a sones del solo de flautín de la marcha "Rocío" y mientras la bandera de Fuengirola se izaba hacia el cielo del templo.
Ese fue el momento que puso un punto y aparte en la exaltación rociera del pasado fin de semana. De forma previa, como es costumbre, el coro de la hermandad ofreció sus voces, que posteriormente elogiaría Ramírez. Entre las composiciones interpretadas, destacó la dedicada a la Esperanza de la Hermandad de Pasión.
Javier Rosales fue el encargado de presentar a su querido amigo Antonio. Las emociones y los sentimientos afloraron entre buenas amistades. El pregonero, además, no pudo evitar dedicar unas palabras también a su familia, como su padre, su mujer o el hijo que esperan con ilusión.
Un Antonio que se mostró relajado frente a una larga lista de representaciones y asistentes. Ramírez recalcó otros elementos destacables como puede ser, por ejemplo, la actualidad de los verdaderos rocieros, el "todos en todo" que muchas veces no se cumple, añadiendo el "pero codo con codo" que tanto se echa en falta.
Con las cosas de Antonio acabó el acto, en el que el Hermano Mayor del Rocío hizo acto de entrega tanto al presentador como al pregonero de unas placas conmemorativas como recordatorio de este día. Montosa leyó, además la carta que horas antes le entregase Ramírez, y que no abrió hasta ese preciso momento. La petición que se expresaba en la carta fue otorgada y Antonio Ramírez fue el encargado de portar el Simpecado de vuelta a su capilla a los sones de la salve de la hermandad. No solo eso, sino que, asimismo, Gómez Montosa manifestó el deseo de que se recuperase la tradición de que cuando se hace la presentación ante la Virgen, el pregonero acompañe a la Junta de Gobierno como representante de la hermandad.
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